Inicio de la cuenta atrás del regreso al sentido común...
La clave del bioterrorismo desinformativo que estamos sufriendo en nuestros días no está en el COVID-19, sino en el COVID-18, y en el COVID-17, y en el 16, el 15, el 14...
La clave está en que estas palabras han estado ausentes en nuestro vocabulario hasta nuestros días.
Porque casi nada de lo que estamos sufriendo este año habría ocurrido si todos esos COVID formaran parte de nuestro lenguaje desde hace años.
Lo que conocemos como pandemia por coronavirus ha afectado mortalmente a personas que tenían el sistema inmunitario deprimido, sobre todo mayores de 65 años.
Pero esto no es un hecho nuevo de 2019-2020. Las neumonías llevan afectando muchos inviernos a muchas personas mayores, y causando el fallecimiento de muchas de ellas, incluso en mayor cantidad que este año, aunque no lo digan en la tele. Estos procesos patológicos tenían un nombre que, a fuerza de conocido, a nadie asustaba: gripes complicadas con neumonía.
¿Cuál era su causa? Nadie se molestaba en investigarlo, porque era lo de todos los años: la gripe. Hoy vemos que el virus de la gripe se llevaba la fama, pero que quizá los aparentemente inofensivos coronavirus aprovechaban su oportunidad y actuaban en la sombra. Como este año.
Lo realmente nuevo de este año ha sido la pandemia desinformativa, originada desde el mismo momento en que los francotiradores del periodismo oficial se aprendieron el término COVID-19 y empezaron a dispararlo a quemarropa. Su irresponsable insistencia en predicar el terror a una enfermedad nueva, desconocida, silenciosa y mortal, ha hecho estallar un arma de autodestrucción masiva: el MIEDO.
El MIEDO a la MUERTE nos está llevando al SUICIDIO.
La gente siempre ha tenido miedo a morir, pero no de lo que conocíamos como gripe. Hacía falta pues cambiarle el nombre y decir que era otra cosa. Y ahí han estado los medios de manipulación oficiales, tergiversando, mintiendo y presionando a políticos incompetentes y cobardes para que tomaran medidas liberticidas y totalmente contraproducentes, tanto desde el punto de vista sanitario como social y económico.
¿Quién está detrás...?
Laboratorios de virología, sufragados en parte por la industria farmacéutica y por gobiernos insensatos, en manos de científicos irresponsables, que experimentan con armas biológicas potencialmente muy peligrosas, los virus, con la excusa de preparar a la sociedad para futuras pandemias que ellos mismos se encargarán de provocar.
¿A quién beneficia esta sinrazón...?
A nadie. Todo ha sido fruto del agilipollamiento global de una sociedad acostumbrada a aceptar, sin cuestionárselas, ideas sobre un futuro apocalíptico que los políticos y su correa de transmisión, los medios de manipulación, le llevan inoculando a través de la tele durante años: el miedo al fin del petróleo, al agujero de ozono, al calentamiento global, al Ébola...
Una sociedad que, mientras tanto, acepta cada día, con absoluta frialdad y sin mover un dedo, hechos que la tele calla: la muerte real de miles de inocentes a causa del hambre, las guerras, el tabaco, el aborto...
Una sociedad así hipnotizada ha podido aceptar como normal, y sin hacerse preguntas, que un virus "nuevo" se ensañe matando sobre todo a jubilados de determinados países, mientras niños, jóvenes, adultos de hasta 64 años y continentes enteros como África casi ni se inmuten con ese mismo virus.
Sin hacerse preguntas tan simples como ésta: ¿Habían recibido esos mayores, en razón de su edad, algún medicamento común que haya podido afectar negativamente a su inmunidad respecto al coronavirus...? Lo lógico sería investigarlo.
Una sociedad que acepta las multas por salir a la calle, las pruebas diagnósticas masivas, las mascarillas y el confinamiento de las personas sanas, los hospitales para asintomáticos..., está a un paso de aceptar los manicomios para cuerdos. Tenemos que evitarlo.
Hay que despertar de esta pesadilla hipnótica. Para ello, repitamos todos estas palabras una y otra vez: COVID-18, COVID-17, COVID-16..., y asociémoslas en nuestro cerebro a las neumonías de los pasados inviernos de 2018, 2017, 2016...
Así, el bioterrorismo desinformativo del COVID-19, y el miedo que genera, se desvanecerán de nuestra mente...
Como si un inocente niño se arrancara la mascarilla y, mirando a la pantalla, alzara su voz, gritando:
¡Los telepredicadores del apocalipsis están desnudos!
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