El caso del Inzitan

 

Después de haber sido aprobados e incluso ampliamente utilizados, muchos medicamentos son retirados por problemas de seguridad, es decir, por sus efectos adversos.

Un caso llamativo ocurrió con Inzitan®, que se autorizó en 1968 únicamente en España y contenía 4 componentes: dos vitaminas (cianocobalamina y tiamina), un corticoide antiinflamatorio (dexametasona) y un anestésico local (lidocaína, para paliar el dolor por su administración vía intramuscular). 

Sus indicaciones eran el tratamiento sintomático de la patología aguda dolorosa (lumbalgia, ciática, lumbociática), así como neuritis y polineuritis, y debía tener su eficacia, pues cuando se retiró en 2017 (50 años después de ser aprobado) tanto médicos como pacientes preguntaban por las razones y por las alternativas disponibles.

Evidentemente, los que preguntaban no habían sufrido reacciones adversas y tenían con el Inzitan una experiencia positiva que parecía ir más allá de un posible efecto placebo. Es más, contaban que era lo único que les calmaba el dolor.

La alternativa era evidente: buscar el aparente efecto sinérgico administrando los componentes del medicamento retirado por separado, algo sin duda más incómodo que el "todo en uno".

En cuanto a los efectos adversos, la AEMPS sacó una nota justificando su retirada explicándolos: "En los últimos años se ha observado un incremento en el número de notificaciones de sospechas de reacciones adversas graves de tipo alérgico (fundamentalmente shock anafiláctico, angioedema y dificultad respiratoria) asociadas a su administración" (nota AEMPS). 

Ahí quedó la cosa. Sin embargo, a mí algo nunca me ha cuadrado: el hecho de que los cuatro componentes del Inzitan por separado siguen autorizados, y no parece que haya con ellos los mismos problemas de seguridad.

Retomando hoy el tema me pregunto: ¿Y si el medicamento contenía algún excipiente del que carezcan las presentaciones por separado? Echemos un ojo a los excipientes que figuran en sus fichas técnicas y comparemos con la del Inzitan:


-Cianocobalamina (vitamina B12): Cloruro sódico y agua (ficha en CIMA).

-Tiamina (vitamina B1): Glicerol, fenol, fosfato sódico, bicarbonato sódico y agua (ficha en CIMA).

-Dexametasona: Citrato sódico, creatinina, edetato disódico, hidróxido sódico y agua (ficha en CIMA).

-Lidocaina: Cloruro sódico, hidróxido sódico y agua (ficha en CIMA).

-Inzitan:  Polisorbato 80, hidróxido sódico y agua (ficha en CIMA).


Vemos que el único excipiente que llevaba en exclusiva el Inzitan era el Polisorbato 80, del que abundantes trabajos hablan sobre sus efectos adversos, pero cuyo uso está autorizado y sigue creciendo, sobre todo en el campo de los muy rentables medicamentos biotecnológicos.

Ya hemos tratado sobradamente que los polisorbatos contienen en su estructura polietilenglicoles (PEG), por lo que comparten con ellos efectos adversos inmunológicos.

Ambos productos se encuentran en las distintas "vacunas COVID"...

¿Podrían estar detrás de las reacciones adversas observadas...?


Entrevista al Dr Sucharit Bhakdi por Planet Lockdown

 

En esta entrevista de mayo de 2021, el Dr Sucharit Bhakdi revela un estudio recién publicado sobre los efectos nocivos de las mascarillas en la salud de los niños, y también una actualización sobre los efectos de las vacunas Covid-19 en la coagulación y el dímero D:




El Dr Sucharit Bhakdi es crítico con la versión oficial sobre el COVID-19, y ha escrito dos libros:


Su canal de youtube ha sido censurado y eliminado. 


Iatrogenia y Farmacovigilancia

 

Los medicamentos son sustancias ajenas a nuestro organismo, y sus efectos pueden resultar beneficiosos para una parte de él, pero perjudiciales para otra, generando iatrogenia, es decir, reacciones adversas. La polimedicación de la época actual aumenta los riesgos exponencialmente.

La Comisión Europea estimó en 2008 que las reacciones adversas a medicamentos causaban la muerte a casi 200.000 ciudadanos de la UE anualmente, para una población de 500 millones de personas, lo que las situaban como la 3ª causa de muerte tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Este hecho de público conocimiento parece no obstante caer en el olvido cuando algún estudio sugiere algún efecto adverso grave asociado a algún medicamento de uso habitual.

Parece que el estamento sanitario está dispuesto a admitir las cifras globales, pero se llama a escándalo cuando alguien se atreve a poner sobre la mesa casos concretos. El hecho de que tratamientos planteados con buena intención puedan estar causando daños irreparables en los pacientes es algo difícil de asumir, hasta que los datos resultan evidentes, y entonces resulta fácil subirse al carro. 

Ocurrió con la talidomida. Que el Dr Widukind Lenz asociara el nacimiento de bebés con atrofia de brazos y piernas con el uso de la "píldora milagrosa" que permitía a las gestantes sobrellevar el insomnio del embarazo, fue algo duro de asimilar, porque el hecho de que ese fármaco atravesara la placenta no se conocía en ese momento. La demostración de la iatrogenia suele basarse en datos estadísticos, ya que el daño afortunadamente no suele afectar a todos los que reciben el medicamento, sino a una pequeña parte. De entre varios millones de tratamientos con talidomida, nacieron 10.000 niños con focomelia.

El argumento recurrente del "pues a mí me lo recetaron y no me ha pasado nada" resulta por tanto comprensible, pues cada uno ve su caso, no la globalidad. Para eso está la Farmacovigilancia, cuya base son las notificaciones voluntarias de sospecha de reacción adversa.

La notificación lleva un tiempo, un bien escaso en nuestros días, lo cual conlleva un importante sesgo. Así, la Agency for Healthcare Research and Quality (AHRQ) estima que sólo se notifica un 1% de las reacciones adversas a vacunas observadas. La pérdida de información es abismal.

Otro problema grave para la gran tarea de la Farmacovigilancia es que los sanitarios que sospechen una reacción adversa no la notifiquen porque "no están seguros". La seguridad raramente se puede determinar ante un caso aislado. De las notificaciones de muchas sospechas es de donde podrá extraerse la significación estadística, y con el tiempo quizá pueda encontrarse el mecanismo que explique el efecto adverso, como ocurrió con la talidomida.

Acaba de salir el 6º informe de Farmacovigilancia de la AEMPS, que expone que en España se han administrado en 6 meses más de 26 millones de dosis de "vacunas COVID" a más de 17 millones de personas, y se han notificado 24.491 sospechas de reacciones adversas. Un volumen enorme nunca generado hasta ahora.

La frecuencia de notificación es por tanto de una reacción adversa por cada 700 vacunados según la AEMPS, mientras que según la AHRQ la estimación sería de en torno a 100 reacciones adversas reales por cada 700 vacunados.

Si la infranotificación es realmente de esa escala, la Farmacovigilancia cojea desde sus cimientos y su utilidad se resquebraja. Una pena.


Fuentes: LancettalidomidaAHRQ, AEMPS


Consejos televisivos...

Con la inmejorable perspectiva que da el paso del tiempo, resulta sorprendente ver cómo desde la caja tonta se nos incitaba hace unos años al consumo de tabaco de una forma tan irresponsable y criminal. Yo fui uno de los millones que cayeron en la trampa, y fumé. Cada uno debe cuidarse de sí mismo, así que entono el mea culpa...


No obstante, algo he aprendido: lo que repiten en la tele machaconamente puede ser una gran mentira, y hacerle caso puede poner en riesgo nuestro bien más preciado: la salud.

Llevamos año y medio con una interminable letanía de consejos, recomendaciones y cuasi órdenes de obligado cumplimiento por parte de los personajes más variopintos devenidos en expertos sanitarios, desde folclóricas a presentadores de telediario, desde futbolistas a (¡horror!) verificadores y tertulianos.

Si finalmente no viene el fin del mundo, quienes vivan dentro de unos años tendrán una hemeroteca descomunal para enjuiciar a estos personajes y ponerlos en su sitio: santos benefactores de la humanidad o irresponsables telepredicadores de pacotilla...

Yo, por lo pronto, hace más de un año que dejé de ver la tele, por el bien de mi estómago.

El blog se va a abrir a otros campos que han sido postergados por el monotema covidiano, intentando ser fiel a su espíritu inicial: si algo te sienta mal, sustráelo de tu día a día, aunque en la tele te digan lo contrario.