En 2006, el surgimiento de la gripe aviar hizo saltar la alarma mediática sobre la posibilidad de aparición de una pandemia de origen animal. El Ministerio de Sanidad adquirió diez millones de tratamientos del antiviral Oseltamivir, que era el componente del Tamiflu de los Laboratorios Roche.
La gestión se llevó a cabo a través del Centro Militar de Farmacia de la Defensa, y se hizo acopio del principio activo en forma de polvo, para asegurar una conservación larga de diez años, frente a los cinco de las cápsulas de Tamiflu.
En 2009, con la llegada de la gripe porcina o gripe A, volvió a producirse la alarma mediática, y el Centro Militar de Farmacia de la Defensa de Burgos realizó el generoso esfuerzo de elaborar comprimidos de 30 mg de Oseltamivir para abastecer a los hospitales españoles, ese y sucesivos años.
Teóricamente, el Oseltamivir inhibe la neuraminidasa, enzima encargada de liberar al virus de las células infectadas, dificultando así su diseminación.
Pero en la práctica, varios estudios afirman que tanto el Tamiflu como el Relenza (Zanamivir, otro inhibidor de la neuraminidasa) proveen pequeños efectos benéficos en el alivio de los síntomas y una pequeña reducción de su duración del orden de 12 horas, con lo que no superan al viejo Paracetamol.
Es más, Oseltamivir se ha asociado frecuentemente con efectos secundarios como náuseas y vómitos, y más raramente con reacciones anafilácticas y anafilactoides, trastornos hepáticos, edema angioneurótico, síndrome de Stevens-Johnson y necrólisis epidérmica tóxica, hemorragia gastrointestinal y trastornos neuropsiquiátricos.
¿Valió la pena tanto esfuerzo...?
Fuente: QUO, BBC, FT Tamiflu
Gracias por tu concreción y brevedad, Juan.
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