La hormona del crecimiento (GH) es un péptido secretado por la hipófisis (glándula pituitaria) que estimula el crecimiento y la reproducción celular. Su uso ha sido objeto de varias controversias, siendo una de las más conocidas su uso como dopaje por afamados ciclistas.
El caso "Crescormon" hace referencia a una situación anterior, ocurrida en la década de 1980 y relacionada con el uso de la hormona del crecimiento extraída entonces de las glándulas pituitarias de cadáveres humanos.
Este tratamiento se utilizaba en niños con deficiencia de esta hormona, y tuvo que suspenderse en Estados Unidos y otros países tras detectarse casos de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) en algunos de los pacientes tratados. La ECJ es una encefalopatía causada por priones que puede transmitirse a través de tejidos humanos contaminados. Está relacionada con la enfermedad de las vacas locas. Es rara y muy grave.
El caso "Crescormon" impulsó el desarrollo y la aprobación de la hormona del crecimiento sintética, obtenida mediante tecnología de ADN recombinante en microorganismos modificados genéticamente como la bacteria E. coli o la levadura de la cerveza.
La somatropina sintética no conlleva los riesgos asociados a la extracción de tejidos humanos, pero sí que presenta un riesgo inherente a su acción: Esta hormona aumenta los niveles del factor de crecimiento similar a la insulina tipo 1 (IGF-1), implicado en procesos de proliferación celular, lo que teóricamente puede aumentar el riesgo de cáncer si están desregulados. De hecho, en personas con acromegalia, con niveles elevados de GH/IGF-1, se ha observado un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer como el de colon, tiroides y mama en varios estudios (1)(2).
VigiAccess, la base de datos de reacciones adversas de la OMS, registra 3.291 informes de presuntos efectos adversos relacionados con el cáncer notificados para la hormona del crecimiento. Como siempre, unos verán el vaso medio lleno y otros medio vacío: lo que se notifican son sospechas, sí, pero también es cierto que se notifica sólo una pequeña parte de las reacciones sospechosas.
En cualquier caso, la ética dicta que los padres deben estar informados de este posible riesgo antes de incluir a sus hijos en un programa de tratamiento con esta hormona.



Gracias, Juan Francisco.
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