Los números del ser humano


Achromatium oxaliferum es una gran bacteria que habita las charcas y mide la décima parte de un milímetro, un tamaño similar al zigoto, el embrión humano resultante de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Bacteria y zigoto están constituídos por una única célula, pero su ciclo vital no puede ser más diferente: 

La bacteria Achromatium  se divide en dos cada unos 20 minutos dando lugar a dos células "hijas"...


En condiciones de cultivo favorables, en menos de 24 horas la bacteria inicial podría dar lugar a una enorme colonia de 1 trillón de bacterias independientes similares a la célula bacteriana inicial. 

En cambio, el embrión humano completa su primera división a las 30 horas de la fecundación, y origina dos blastómeros, que no se separan, y pasan a ser 16 al cuarto día, formándose después la mórula...


Al entrar en el útero, la mórula incorpora líquido y el zigoto se transforma en blastocisto, que alrededor del sexto día de desarrollo se implanta en la mucosa uterina. Con el sustento proporcionado por la placenta, en 9 meses las células del zigoto se transforman en un bebé...


Pasados 15 años, el zigoto se ha convertido en una comunidad de 30 billones de células perfectamente ensambladas y organizadas para la realización de las más complejas funciones...

250.000 millones de esas células están en parte calcificadas y forman los 9 kg del tejido óseo que soporta los tendones y músculos responsables de la estabilidad y el movimiento. Todas las células están conectadas por un sistema circulatorio que transporta nutrientes y desechos, comunicado a su vez con un sistema de ventilación que permite la llegada de oxígeno a cada una de ellas y la retirada del CO2 resutante del complejo metabolismo gracias a 25 billones de células especializadas, los glóbulos rojos.

La nutrición de todas nuestras células se suministra ingiriendo alimentos por una única boca, y la asimilación de los nutrientes se lleva a cabo a través del tránsito por un único tubo digestivo, tarea en la que colaboran unos 100 billones de bacterias que componen la microbiota intestinal, y que viven en simbiosis con nuestras células.

40.000 millones de células especializadas constituyen los glóbulos blancos, que forman parte del sistema inmune de protección frente a peligros externos. Un billón y medio de plaquetas son células especializadas de un sistema para cortar la hemorragia en caso de herida e iniciar la cicatrización.

85.000 millones de células neuronales conforman una red por la que circulan impulsos eléctricos capaces de hacer funcionar coordinadamente las muy diversas partes del cuerpo. En torno al cerebro hay montado un sistema multimedia impresionante, con un detector y analizador de olores y sabores, un sistema de audio y un espectacular aparato visual... 

Pese a las mareantes cifras de los distintos millones de células que lo componen, cada ser humano tiene una única visión, oído y olfato que le suministran información sobre el entorno exterior, un centro que regula la temperatura de todo el cuerpo, una única memoria y una única inteligencia. Y todo ésto a partir de la célula única del zigoto. ¿Cómo ha sido posible...? 

Charles Darwin, que no sabía nada de células, zigotos ni genes, intuyó la evolución al azar. Hoy el paradigma científico neodarwinista sigue repitiendo que de una bacteria de charco como la Achromatium, a base  de errores al azar al copiarse el ADN a lo largo de milllones de generaciones, y dando lugar a descendientes con distinta tasa de éxito reproductivo, hemos surgido los seres humanos...

Si así ha sido, ¡vaya fallos tan acertados! La apelación al azar suena más a recurso de la ignorancia.

Hoy sabemos que cada célula humana contiene en su núcleo unos 3.200 millones de pares de bases en los eslabones de la cadena de ADN, distribuidos en 23 pares de cromosomas. Se estima que el genoma humano contiene entre 20.000 y 25.000 genes que codifican proteínas, de las que se han identificado unas 16.000 diferentes, 10.500 de ellas en el plasma. Y se sabe que el ADN humano está compuesto en su mayoría por inserciones de ADN de origen vírico, al igual que también lo está el de las bacterias.

Parece por tanto más lógico pensar que la evolución no ha tenido nada de azar, y que el proceso ha podido involucrar información aportada a través de los virus, unos mensajeros omnipresentes y cuyo origen desconocemos, pero que son tan antiguos como la vida, y seguramente mucho más.

Volviendo a los números, basta ingerir 200 mg de arsénico para que en cuestión de minutos todas nuestras células mueran. Una cantidad que abulta como 4 granos de arena... 

Curiosamente, un preparado orgánico de arsénico, el Salvarsan, desarrollado por el premio nobel alemán Paul Ehrlich en 1907 para tratar la sífilis y la tripanosomiasis, y hoy en desuso, fue el primer agente quimioterapéutico usado en Medicina para tratar una enfermedad infecciosa... 

Ehrlich fue el primero en buscar una "bala mágica" que al dispararla le pegara sólo a la enfermedad y no al paciente. En palabras de Alexander Fleming, descubridor de la Penicilina en 1928, "Salvarsan fue el magnífico origen de la quimioterapia bacteriana, y fue lo que despertó mi interés por esa rama de la ciencia".

Lo que ayer fue medicamento salvador, hoy es veneno. Evolución.


1 comentario:

  1. Números apasionantes, ciertamente. Aunque toda esta evolución se ha tomado su tiempo; Más de cuatro mil millones de años.

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