Manosa: el azúcar enigmático

 

La manosa es un carbohidrato o azúcar simple que tiene la misma composición química que la glucosa, de la que sólo se diferencia en que un grupo -H y otro -OH tienen intercambiadas sus posiciones:

Pese a su extrema similitud, estos azúcares desempeñan roles muy diferentes en el metabolismo y la inmunidad humanas. Así, mientras que la glucosa es la principal fuente de energía para las células del cuerpo, el papel de la manosa ahí es poco relevante, pues se incorpora al metabolismo de la glucosa.

Por el contrario, la manosa y sus polímeros tienen un papel muy destacado en la capacidad del sistema inmunológico para distiguir entre lo propio y lo extraño, lo que hace que tengan interés en la investigación médica:

La simple ingestión de manosa puede interferir con la capacidad de las bacterias para unirse a las células del tracto urinario, ayudando a la prevención de la infección por un efecto "arrastre", y reduciendo así el riesgo de cistitis.
La manosa se encuentra en frutas como las peras y los arándanos, y verduras como las coles de Bruselas y las alcachofas, aunque resulta más eficaz tomarla en forma de suplemento.

En cuanto a los polímeros de manosa, llamados mananos, son unas cadenas de manosa expuestas y repetitivas que están presentes en la superficie de muchos microorganismos, y que actúan como un "marcador" que el sistema inmunitario interpreta como "ajeno".

Las células del sistema inmunitario innato como los macrófagos y células dendríticas tienen receptores de manosa, que identifican esas cadenas de manosa en la superficie de bacterias, virus u hongos, lo que ayuda a activar la respuesta inmunitaria y a promover su eliminación inmediata por medio de la fagocitosis. 


Se trata de una defensa muy básica, un "aquí te pillo, aquí te mato", pues a diferencia de lo que ocurre con los antígenos protéicos, la eliminación de los antígenos de carbohidratos no genera memoria, porque no involucra a los linfocitos T. ¿Qué explicación puede tener esto?

Una posibilidad fascinante es que dado que los carbohidratos también forman parte de las células humanas, aunque con patrones diferentes, hay cierta superposición estructural. Si el sistema inmunitario adaptativo desarrollara memoria contra antígenos carbohidratos de patógenos, podría aumentar el riesgo de que linfocitos B o T de memoria reaccionaran de forma cruzada contra carbohidratos propios similares, desencadenando respuestas autoinmunes.


Es como si el sistema inmune no sólo buscara atacar lo extraño, sino también proteger lo propio, minimizando errores catastróficos como la autoinmunidad. Una medida precautoria que el intervencionismo médico actual podría estar violando mediante la hipervacunación. 


El desastre de los ensayos de las vacunas COVID

 

Poco que añadir a lo que Jay Bhattacharya y Martin Kulldorff acaban de publicar:

"El objetivo fundamental para las vacunas COVID no era prevenir infecciones leves, sino prevenir muertes, hospitalizaciones y transmisión. A pesar de esto, los ensayos controlados aleatorios evaluaron la reducción a corto plazo de infecciones sintomáticas por COVID, sin abordar cuestiones importantes de salud pública. 

Este resultado se debió a ensayos mal diseñados. A pesar de carecer de datos clave, las agencias de salud pública hicieron afirmaciones sobre la vacuna sin fundamento, publicaron recomendaciones no científicas e impusieron mandatos de vacunación poco éticos. Como resultado, ha aumentado la vacilación ante la vacuna, mientras que la confianza en la salud pública ha disminuido".

Peter Doshi lo avisó, como reflejamos aquí en un ya lejano octubre de 2020.

"El mundo ha apostado mucho por las vacunas como solución a la pandemia, pero los ensayos no se centran en responder a las preguntas que muchos podrían asumir".

"Ninguno de los ensayos actualmente en curso está diseñado para detectar una reducción en cualquier resultado grave como ingresos hospitalarios, uso de cuidados intensivos o muertes". 

"Tampoco se están estudiando las vacunas para determinar si pueden interrumpir la transmisión del virus".

Doshi lo clavó, pero no lo sacaron en el telediario. Quien paga, manda.

Por cierto, siguen saliendo informes de efectos adversos, y corren rumores de que las vacunas COVID podría suspenderse en Estados Unidos. ¿Saldrá en el telediario?



El covidmetro marca un 38%

 

Según informa Infosalus, en la temporada 2024-2025 en España se ha vacunado contra el Covid-19 el 38% de las personas mayores de 60 años, apenas la mitad del objetivo establecido por el Ministerio de Sanidad, que era el 75%. Es decir, un 62% la ha rechazado. En cuanto a la de la gripe, se ha vacunado el 57% de los mayores de 60 años, rechazándola el 43%.

Los expertos están dándole vueltas a las razones de estas cifras aparentemente bajas.


Para el preventivista catalán Antoni Trilla las cifras son preocupantes, y para el microbiólogo vallisoletano Raúl Ortiz estamos "jugando con fuego". Hablan de desinformación y de exageración en la difusión de los efectos adversos, basándose en que uno de cada tres encuestados menciona que el temor a "posibles molestias" derivadas de la vacuna ha influido en su decisión de no vacunarse.

En cualquier caso, la realidad es tozuda, y mi reflexión es otra:

  • ¿Se le tiene más miedo a la gripe que al Covid? No creo.
  • ¿Se le tiene más miedo a la vacuna del Covid que a la de la gripe? Parece que sí.
  • ¿Se le tiene más miedo a la gripe o a la vacuna de la gripe? A la gripe.
  • ¿Se le tiene más miedo al Covid o a la vacuna del Covid? A la vacuna.

El pueblo es soberano y decide.

En cuanto a la información y desinformación, la confirmación de Robert F. Kennedy Jr. como futuro secretario de salud de los Estados Unidos abre una nueva etapa de esperanza para los defensores de la autonomía corporal y el consentimiento informado. 

De Kennedy se espera una profunda reforma del sistema de salud para enfocarlo en la auténtica prevención, huyendo de la hipermedicalización, y abordando la pandemia de las enfermedades crónicas y autoinmunes, una auténtica emergencia de salud global. Que Dios le ilumine.


¿Fue Wuhan un MacGuffin?

 

En cine, un MacGuffin es un elemento de la historia (un objeto, una persona o incluso una idea) que motiva a los personajes y mueve la trama, pero en sí mismo no tiene importancia real en la historia. No afecta al desarrollo de los personajes ni al desenlace, solo sirve como catalizador de la acción. El término fue popularizado por Alfred Hitchcock, quien lo usó con maestría en films como Encadenados o 39 escalones.

Ya aquí nos tomamos en su día con sentido del humor toda la trama covidiana, a la que bautizamos como la mariposa de Wuhan. Que un virus saltara de un pangolín (o murciélago, qué más da) a la especie humana en el mercado de una ciudad en la que, justamente, estaba el mayor laboratorio de virología del mundo siempre fue algo que sonaba a Hollywood, y al final se convirtió de hecho en una película distópica en la que todos fuimos incluidos a la fuerza como extras para interpretar el papel de ciudadanos a los que se les conculcan todos sus derechos con la excusa de la salud pública.

Ahora el guion da un giro final abacadabrante, y la CIA reconoce como plausible que el virus saliera de una investigación de ganancia de función pagada por (¡chachán!) los mismísimos Estados Unidos a través de la USAID, una mafia cuyos tentáculos llegan hasta políticos, medios periodísticos, grupos de indignados y hasta el último hombre del tiempo de una tele autonómica española. Todos pagados para sermonearnos a todas horas con la letanía woke del cambio climático, la ideología de género y el "que viene el coronavirus".

Sin embargo, ahora que lo confiesan, resulta más increíble que nunca. Jessica Hockett afirma con razón que es imposible que un virus procedente de China causara picos de mortalidad simultáneos en Madrid, Nueva York o Bérgamo, y habla claramente de que esas gráficas son un fraude, una construcción "ad hoc". Afirma que los datos de mortalidad simplemente se hincharon, nada complicado ya que los registros nunca han funcionado "on line" como se nos hizo creer en aquellos días a través de los telediarios.

Los test diagnósticos daban positivo con zumo de naranja, las pruebas PCR resulta que daban positivas al SARS-CoV-2 en las aguas residuales de Barcelona almacenadas en marzo de 2019, es decir, ¡mucho antes de la presunta fuga del laboratorio!

Con el COVID, como con cualquier película de ciencia ficción, al analizarla fríamente cuando acaba te das cuenta de que nada tenía sentido, pero has estado dos horas boquiabierto tragando todo lo que te echaban por la pantalla. De hecho, el aumento de la mortalidad por todas las causas se produjo con posterioridad, y nadie prestó atención. Eran ya los títulos de crédito y había sueño.

Wuhan era la palabra mágica que se nombraba para entrar en nuestro subconsciente, como la clave de nuestra VISA. Escuchábamos Wuhan y nos daba igual pangolín que cerdo ibérico, nuestra mente era hackeada y nos convertiamos en zombis obedientes.

Pero escucharla ahora ya no funciona. Ya pueden sacar fotos de Fauci en Wuhan con bata blanca rodeado de chinos que yo no me lo creo. Lo que pasó no tuvo lugar en China, sino en nuestras mentes: una manipulación como nunca ni se había podido imaginar, perpetrada a la sociedad mejor preparada (¡ja!) por un grupo de desalmados, con la cooperación de una legión de mercenarios descerebrados. Y todo para vendernos el enésimo bálsamo de Fierabrás...

Chinos, laboratorios, pangolines, aplausos, encierros, tests, pasaportes, inyecciones mágicas... Y ahora la CIA. Hitchcok estaría orgulloso de sus aventajados alumnos. THE END.