Según el efecto mariposa, concepto vinculado a la Teoría del Caos, el aleteo de un insecto en Hong Kong puede desatar una tempestad en Nueva York. Es decir, una pequeña perturbación inicial puede, mediante un proceso de amplificación, generar un efecto considerablemente grande a corto o medio plazo.
¿Estamos quizá asistiendo en nuestros días a la confirmación a escala planetaria de dicho fenómeno: la pandemia COVID-19? Síganme el juego.
En diciembre de 2019 un grupo de médicos chinos encabezado por Na Zhu envió un trabajo a la revista New England Journal of Medicine. Un trabajo sobre 3 neumonías cuyo destino parecía que iba a tener muy poco recorrido: el que va de la mesa del editor a la papelera...
Pero no fue así, una mariposa aleteó y se posó sobre el artículo, y el editor, para verla mejor, cogió los folios y los dejó en el montón de los manuscritos aceptados. Los medios de desinformación y manipulación lo amplificaron e hicieron el resto. El morbo vende, y la gente compra. Después, los médicos callaron, y los políticos veletearon.
Hay dos géneros cinematográficos que están entre mis favoritos: los viajes en el tiempo y la ucronía, también conocida como la historia alternativa: algo así como el "qué hubiera sido del mundo si..."
Pues bien, a modo de juego, planteo mi ucronía alternativa al mundo actual: en ella, el editor del New England arroja realmente el artículo de Zhu a la papelera de reciclaje de windows, y repito, en mi universo alternativo imaginario, lo que ocurre es lo siguiente:
- El invierno de 2019-2020 transcurre como cualquier otro, con sus resfriados, gripes y neumonías habituales. El siguiente, más de lo mismo.
- Mueren personas mayores más o menos cuando les toca, y nacen niños, sobre todo en los países más pobres.
- El 99% de la población desconoce términos como coronavirus, SARS, PCR, y vive tan feliz.
- Cuando alguien tose o estornuda, la gente alrededor no entra en pánico: tan sólo le dicen ¡Jesús!
- La gente disfruta de la vida, sale, pasea, baila, come, bebe y ama.
- La gente de Occidente mira como extraterrestres a los habitantes de Pekín o Tokio que llevan mascarilla para protegerse de la contaminación. ¿Cómo pueden aguantar...?
- Nadie ha oído hablar del polisorbato o el grafeno, ni falta que les hace, que son de letras.
- Los confinamientos, las inyecciones obligatorias y los toques de queda son asuntos muy superados tras la lejana Segunda Guerra Mundial, y parece imposible que alguien pueda ni siquiera volverlos a plantear.
- La gente hace caso omiso de las campañas de vacunación, porque "igual da".
No soy tragacionista, está claro: nunca me he creído la historia del pangolín y el murciélago, la de los enfermos asintomáticos, las mascarillas atrapavirus o las vacunas exprés.
Pero tampoco soy conspiranóico: aún a riesgo de subestimarlos, no creo que la situación actual haya sido diseñada por Soros, Gates o ningún otro archimillonario masón.
Sí que creo que hay gente que en medio de esta ruina se está forrando aprovechándose de la situación, y sobre todo creo en el agilipollamiento global, consistente en creerse todo lo que te digan en la tele a pesar de que ofenda a tu sentido común. Yo no me creo ni el tiempo.
Sí, soy muy incrédulo. No creo en los políticos, menos aún en los periodistas, poco en los jueces y nada en el Papa. Creo en Dios y poco más. De la industria farmacéutica mejor ni hablamos.
Si hay quien se siente ofendido por esta historia, que vaya al médico: le falla el sentido del humor.
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