Peter Doshi, profesor asistente de la Escuela de Farmacia de la Universidad de Maryland y editor asociado de la prestigiosa revista BMJ (British Medical Journal) es un profesional que en el tema de las estrategias COVID nunca se ha dejado llevar por lo que los anglosajones llaman el wishful thinking, el buenismo reinante, la ilusión de confundir los deseos con la realidad.
Ya en octubre de 2020, Doshi dijo en el BMJ lo que nadie quería oír: que los ensayos de las "vacunas COVID" entonces en marcha no estaban diseñados para evaluar si esos fármacos podían evitar que las personas enfermaran gravemente y murieran, y tampoco analizaban si podían interrumpir la transmisión del virus. Unos temas de candente actualidad.
Ahora vuelve a poner el dedo en la llaga al poner en evidencia por un lado la falta de estudios sobre la distribución de estos fármacos en el organismo, que resultarían necesarios al estar usándose con ellos nuevos sistemas de administración, vehículos y excipientes.
Y por otra parte constata el hecho de que al haberse ofrecido la vacunación a los voluntarios que recibieron placebo en los ensayos, ya no hay propiamente grupos control de más de 6 meses, lo cual se antoja muy poco tiempo. Los únicos comparadores de control quedan fuera de los ensayos: son los no vacunados.
Porque no olvidemos que todas las autorizaciones son provisionales, y que tan importante como medir la eficacia es vigilar la seguridad mediante la Farmacovigilancia.
¿Por qué tanta prisa?, se pregunta Doshi.
Muy interesante.
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