Bitten: La historia secreta de la enfermedad de Lyme

 

¿Existen enfermedades creadas por el hombre? Hay quien defiende que sí.

La enfermedad de Lyme es una infección causada por bacterias del género Borrelia, principalmente Borrelia burgdorferi, y transmitida por la picadura de garrapatas del género Ixodes. Suele empezar con un eritema migratorio (mancha roja en expansión) y síntomas parecidos a una gripe. Tiene  buena recuperación con antibióticos si se inicia pronto. Si no se trata, puede afectar a articulaciones, nervios y corazón. Es la enfermedad transmitida por garrapatas más frecuente en el hemisferio norte.

En el libro Bitten (mordida): La historia secreta de la enfermedad de Lyme y las armas biológicas, de 2019, se sostiene que la enfermedad de Lyme es fruto de la investigación de armas biológicas de la Guerra Fría realizada por el gobierno de los Estados Unidos en Plum Island, una instalación de investigación de enfermedades animales de alta seguridad frente a la costa de Long Island, Nueva York, cerca de Lyme, Connecticut, donde la enfermedad se identificó por primera vez en 1975.

La escritora científica de Stanford Kris Newby, cuyo esposo sufrió una enfermedad de Lyme grave y resistente al tratamiento, nos cuenta que la enfermedad de Lyme no evolucionó de forma natural como un nuevo patógeno humano en la década de 1970, sino que surgió porque el ejército estadounidense infectó deliberadamente garrapatas con múltiples patógenos para crear armas biológicas antipersonal que incapacitaran a las tropas enemigas con enfermedades a largo plazo y difíciles de diagnosticar.

El libro parte de una historia real, la del programa secreto del gobierno de Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960 para convertir garrapatas en armas biológicas. El morbo está en que el programa lo habría iniciado el veterinario y virólogo alemán Erich Traub, reclutado al final de la Segunda Guerra Mundial a través de la Operación Overcast (renombrada Operación Paperclip), cuyo científico más famoso fue Wernher von Braun, autor del cohete alemán V-2 y que luego construiría el cohete lunar Saturno V de la NASA.

Newby estructura su historia en torno a la biografía de Willy Burgdorfer, el entomólogo que descubrió la Borrelia burgdorferi, la espiroqueta de Lyme, en 1981, quien afectado de Parkinson le concedió una entrevista en su lecho de muerte en la que supuestamente admitió que esa era la misma bacteria con la que había trabajado en armas biológicas basadas en garrapatas en los laboratorios del ejército de Estados Unidos en Plum Island en los años 50.

Según Bitten, Willy Burgdorfer se formó en Suiza y llegó a Estados Unidos en 1951. Durante los años cincuenta realizó experimentos infectando garrapatas con múltiples patógenos, una línea de trabajo que el libro vincula con una posible participación en proyectos militares de guerra biológica. Su trayectoria científica pública se centró después en las enfermedades transmitidas por artrópodos, hasta que en los años setenta recibió muestras procedentes del brote de Lyme en Connecticut. 

En 1981 realizó el descubrimiento oficial de Borrelia burgdorferi, aunque Bitten considera que sus publicaciones científicas sobre el tema eran incompletas y omitían datos relevantes. A lo largo de su carrera mantuvo silencio sobre ciertos trabajos sensibles, un silencio que se resquebraja en la entrevista de 2013, cuando sugiere vínculos entre sus experimentos de los años cincuenta y el patógeno de Lyme, dejando entrever un sentimiento de culpabilidad que el libro interpreta como una “confesión” final.

El libro, como tantos otros interesantes y polémicos, sólo está disponible en inglés. He aquí la traducción al español de su apasionante prólogo:

"En 1968 se produjo un súbito brote de tres enfermedades inusuales transmitidas por garrapatas que afectaron a personas que vivían alrededor del Long Island Sound, un estuario del océano Atlántico frente a las costas de Nueva York y Connecticut. Una de estas enfermedades era la artritis de Lyme, documentada por primera vez cerca del municipio de Lyme, Connecticut. Las otras dos eran la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas, una enfermedad bacteriana, y la babesiosis, causada por un parásito similar al de la malaria.

Las investigaciones sobre estos brotes se fragmentaron entre varios departamentos de salud estatales, universidades y laboratorios gubernamentales. No está claro si hubo algún responsable que analizase el panorama general, preguntándose por qué estas enfermedades tan extrañas habían aparecido aparentemente de la nada, en el mismo lugar y al mismo tiempo.

Trece años después, en 1981, un experto suizo-estadounidense en garrapatas llamado Willy Burgdorfer fue el primero en identificar la bacteria de forma helicoidal que causaba la condición que hoy llamamos enfermedad de Lyme. El descubrimiento ocupó titulares en todo el mundo y aseguró a Burgdorfer un lugar en los libros de historia de la medicina. Mientras investigadores de todo el planeta regresaban apresuradamente a sus laboratorios para aprender cuanto pudieran sobre este nuevo organismo, los otros dos brotes de enfermedad quedaron prácticamente olvidados.

Treinta y ocho años después, el estamento médico convencional quiere hacernos creer que posee una comprensión sólida de la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad de Lyme. Afirma que las pruebas de detección son fiables y que la enfermedad puede curarse con unas pocas semanas de antibióticos.

Las estadísticas muestran una realidad diferente.

Los casos notificados de enfermedad de Lyme se han cuadruplicado en Estados Unidos desde la década de 1990. En 2017, se notificaron 42.743 casos a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Los científicos del CDC que estudian la propagación de enfermedades afirman ahora que los casos reales podrían ser diez veces superiores a los notificados, es decir, 427.430 casos. De media, esto supone unos 1.000 casos nuevos al día en Estados Unidos.

Aunque la mayoría de los pacientes diagnosticados y tratados precozmente pueden recuperarse por completo, entre el 10 y el 20 % sufren síntomas persistentes, algunos gravemente incapacitantes. Un estudio estima que la enfermedad de Lyme cuesta alrededor de 1.300 millones de dólares al año solo en costes médicos directos, pero nadie ha evaluado el impacto económico y social total de la Lyme crónica, a veces denominada síndrome postratamiento de la enfermedad de Lyme (PTLDS). Los pacientes con síntomas prolongados suelen ser ignorados por el sistema sanitario, lo que les obliga a buscar tratamientos no probados y no cubiertos por el seguro médico. Muchos no pueden trabajar ni ir a la escuela. Algunos se arruinan. Familias se rompen. Existe una alta tasa de suicidio entre los pacientes con Lyme, reflejada en un dicho común entre los afectados:

«La Lyme no te mata; solo hace que desees estar muerto».

El abismo entre lo que los investigadores dicen saber sobre la enfermedad de Lyme y lo que los pacientes crónicamente enfermos afirman experimentar ha permanecido como una herida abierta durante décadas. Este libro parte de la premisa de que ambas partes tienen en gran medida razón, y de que el problema principal es que estamos contemplando esta crisis de salud pública de forma demasiado estrecha, a través de unas “gafas teñidas de Lyme”.

Antes de empezar este libro, creía tener una comprensión sólida del problema de la enfermedad de Lyme. Como antigua paciente, tenía experiencia de primera mano con la enfermedad y con la manera en que el sistema médico falla a los enfermos. Como investigadora del documental Under Our Skin, había investigado la política, el dinero y el impacto humano de la enfermedad. Y como escritora en una facultad de medicina, trabajando en un grupo que enseña a los científicos a realizar investigaciones imparciales, conocía bien las grietas de nuestro sistema sanitario actual que pueden comprometer la objetividad científica.

Hizo falta el difunto y extraordinario Willy Burgdorfer para enseñarme a contemplar el problema desde un prisma más amplio: a través de una historia secreta de la Guerra Fría, cuando Willy y otros convirtieron las garrapatas en armas de guerra".

El libro concluye sugiriendo que el gobierno encubrió el origen de las armas biológicas, desvió la investigación hacia una narrativa de "surgimiento natural" y dejó a millones de personas sufriendo porque reconocer la verdad expondría el trabajo ilegal con armas biológicas (en violación de la Convención sobre Armas Biológicas de 1972).

Vayamos con los hechos: A finales de la década de 1960 se produjo el brote de Lyme con una concentración extremadamente alta en una pequeña área geográfica alrededor de Long Island Sound. Los pacientes a menudo informaron múltiples enfermedades similares a las rickettsiales además de la espiroqueta, lo que sugiere una coinfección por garrapatas modificadas genéticamente. Bitten relata un importante accidente con liberación de garrapatas infectadas en la costa de Long Island, lo que explica la repentina explosión de casos de Lyme cerca de Lyme, Connecticut.

Documentos desclasificados demuestran que Erich Traub sí que fue capturado por las fuerzas estadounidenses en mayo de 1945. Pasó entre 1945 y 1948 bajo custodia estadounidense y británica, y nunca fue procesado en Núremberg. Traub fue llevado a los Estados Unidos y trabajó como consultor para Plum Island. También es un hecho que el ejército estadounidense llevó a cabo un gran programa de “enfermedades transmitidas por artrópodos” utilizando garrapatas como vectores. 

Ningún documento desclasificado muestra que Traub haya trabajado directamente con Borrelia burgdorferi (la espiroqueta de Lyme). Al parecer, simplemente sentó las bases para futuras investigaciones.

Contra la tesis del libro, hay estudios genómicos posteriores que afirman que Borrelia burgdorferi existía en las garrapatas de América del Norte décadas o siglos antes de la era de las armas biológicas de Plum Island.

Bitten es un libro de investigación conspirativo, apasionante y bien escrito, que convenció a muchos lectores (incluido RFK Jr.), pero que es rechazado por el stablishment científico del Lyme, que lo acusan de carecer de pruebas concluyentes y basarse en conexiones circunstanciales y en las declaraciones ambiguas de un científico de edad avanzada. Es un texto que sigue siendo muy influyente en los círculos de la medicina alternativa y las filtraciones de laboratorio.

Para Jay Bhattacharya, actual director de los National Institutes of Health (NIH):

  • Es posible (y quizás probable, aunque no está probado) que la aparición y propagación de la enfermedad de Lyme haya sido causada por este programa de investigación, que incluyó grandes pruebas al aire libre con garrapatas infectadas intencionalmente en suelo estadounidense.
  • El programa de armas biológicas utilizó combinaciones de virus y bacterias que infectaban a la misma garrapata para ocultar la respuesta inmune del cuerpo a la infección y evitar que las pruebas médicas estándar la detectaran.
  • Es probable que la enfermedad de Lyme y los síndromes relacionados sean causados ​​por más patógenos además de Borrelia burgorferi. 

Pata mí, resulta inevitable no relacionar lo contado en el libro con el fenómeno COVID-19. La investigación biomédica siempre ha querido ir más allá de lo que dicta la prudencia, aunque quizá todo se haya visto magnificado por nuestra imaginación. 

Desde luego, tanto Bitten como el COVID dan para una buena película.


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