Balance de las "vacunas" COVID dos años después, por Juan Erviti
Enfermedades autoinmunes relacionadas con terapias biológicas
Texto extraído del libro Enfermedades Autoinmunes Sistémicas:
"Los tratamientos biológicos se utilizan en gran número de enfermedades reumáticas y autoinmunes, pero, aunque han demostrado unos perfiles de seguridad y tolerabilidad aceptables, el número de enfermedades autoinmunes que aparecen después de su uso ha aumentado progresivamente...
La psoriasis es la afectación cutánea inducida más frecuentemente descrita, otro ejemplo de relación paradójica entre los fármacos biológicos y las enfermedades para las cuales están indicados".
El término de efecto adverso aparentemente paradójico se repite en varios trabajos, y la razón es que una de las indicaciones de estos fármacos es justamente la terapia de la psoriasis. Es decir, se usan para tratar la psoriasis en muchos pacientes, pero la provocan en otros. El mecanismo aún no se ha aclarado.
Así, en un estudio de 2011, de 1294 pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal tratados con fármacos biológicos anti-TNF-alfa, 21 desarrollaron psoriasis inducida por fármacos, 14 de los cuales por Infliximab y 7 con Adalimumab.
Si los tratamientos usados para una enfermedad autoinmune pueden provocar la aparición de otra nueva, esta circunstancia podría explicar el hecho observado de que las enfermedades autoinmunes parezcan concentrarse en determinados pacientes.
La consulta de la base de datos VigiAcces nos proporciona el dato de 23.249 notificaciones de sospecha de psoriasis tras tratamiento con Adalimumab, 21.722 tras Etanercept y 2.918 tras Infliximab.
Unos datos preocupantes que añadir al enigma de las enfermedades autoinmunes.
Tecnología ARN: De la bata blanca al casco azul
Cuando hace un año saltó la noticia de que en el interior de un vial de la vacuna de ARNm de Moderna se había encontrado un mosquito, parte de la sociedad quedó impactada...
¿Cómo era posible que en una tecnología tan avanzada como ésta se produjera tan burdo error? Desde luego, la imagen de un mosquito en un vial no encajaba con la del investigador con bata blanca y microscopio...
La realidad es que tras la etapa inicial de investigación llega la hora de fabricar el producto, y eso ya no se hace en un laboratorio con bata blanca y microscopio, sino en naves industriales con mono, casco azul, bidones y containers...
La ultramoderna tecnología ARN parte de una premisa: en lugar de inyectar un virus (vacunas tradicionales) o una parte de él como podría ser la proteína S (vacunas modernas) para provocar una respuesta inmune, se pretende dar instrucciones a nuestras propias células (las del músculo del brazo) para que ellas fabriquen la proteína S, y que luego otras células de nuestro cuerpo (las del sistema inmune) ataquen a las células del brazo al reaccionar generando anticuerpos contra esa proteína.
El guion consiste por tanto en forzar al organismo a que ataque a su propia obra en sus propias células.
Las instrucciones a las células se dan usando un lenguaje: el código genético. Las proteínas se componen de 21 piezas, los aminoácidos, y el orden de esas piezas está escrito como una secuencia en el ADN, secuencia que debe pasarse a ARN, una especie de molde, para ser leída.
El problema es que ni el ADN ni el ARN ni las proteínas se pueden fabricar usando la química tradicional: son tan complejas que sólo las pueden fabricar los seres vivos. Ahí es donde entra en juego la biotecnología, que consiste en manipular genéticamente a bacterias para que sean ellas las que fabriquen esas sustancias. ¿Cómo es el proceso? En USA Today lo explicaban en febrero de 2021 para el producto de Pfizer:
1. Los plásmidos de ADN y E. coli (Chesterfield, Missouri)
El proceso comienza con la síntesis de unos fragmentos de ADN circular llamados plásmidos, que se manipulan para insertar en ellos el material genético que interesa. En este caso es el que codifica para la síntesis de la proteína S del SARS-CoV-2, que es la que usa el virus para engancharse a las células e infiltrarse en ellas.
Para producir en masa esos plásmidos se inyectan en grandes cubas con cientos de litros de una solución de color ámbar que contiene nutrientes y unas bacterias extraídas del intestino humano: la Escherichia coli (E. coli):
Los plásmidos de ADN circular que logran penetrar en la bacteria se replican de manera autónoma y se transmiten independientemente del ADN bacteriano por un proceso llamado conjugación.
En el transcurso de dos semanas se producen trillones de nuevos plásmidos de ADN, entre otros muchos compuestos, claro. De ahí que la solución deba pasar por un proceso de purificación para intentar eliminar todo lo demás y preservar los bucles de ADN que interesan.
Después se añaden enzimas para cortar y linealizar los círculos, se empaquetan en bolsas especiales, se congelan y se envían a 1.200 millas de distancia a la planta de Andover.
En Andover, las hebras lineales de ADN se convierten en ARN en recipientes de 40 litros llenos de enzimas y productos químicos en el transcurso de tres a cuatro días. Cada lote de 40 litros puede producir hasta 10 millones de dosis de vacuna.
A continuación, el ARNm debe separarse del líquido y del exceso de productos químicos utilizados para fabricarlo. Tras ésto se envasa en bolsas, se congela y se envía al siguiente destino.
3. Adición de los lípidos, llenado y envasado (Kalamazoo, Michigan)
Aquí tiene lugar el proceso de encapsulación de las frágiles hebras de ARNm en nanopartículas de lípidos para que no se desintegren y puedan entregar su carga en el destino deseado: las células del músculo del brazo.
Para eso los lípidos se diluyen con etanol y luego se alimentan junto con el ARNm en unos 100 mezcladores del tamaño de un disco de hockey usando un laberinto de tuberías, buscando este resultado teórico...
Claro que la obtención de una suspensión homogénea de nanopartículas esféricas perfectas y del mismo tamaño con el ARN intacto en su interior sólo podría lograrlo un artesano microscópico. La realidad puede distar de ser tan ideal y quedar restos de ARN sueltos, lípidos y otros productos que no hayan podido eliminarse en los procesos de purificación, como el inquietante ADN bacteriano hallado en algunos viales analizados por el Dr Kevin McKernan.
El producto se congela y se descongela después para enviarlo a la máquina de llenado de viales, que una vez llenos se congelan y se distribuyen en contenedores térmicos a los distintos destinos.
Estamos acostumbrados a la uniformidad en la composición de los productos farmacéuticos obtenidos mediante la química tradicional, pero en los productos obtenidos mediante biotecnología esto no es lo habitual.
Aquí cada lote corresponde a un ciclo vital complejísimo de una cantidad ingente de bacterias sometidas a múltiples procesos que involucran plásmidos, nutrientes, antibióticos y productos de desecho, y su composición final será mucho más variable. Esto podría explicar las distintas frecuencias observadas de aparición de efectos adversos según lotes, algo no aclarado por ahora.
Incluso dentro de cada lote, podrá haber variabilidad de unos viales a otros, ya que la fragilidad de los componentes imposibilita una potente homogeneización previa al llenado, a lo que hay que sumar las distintas condiciones de transporte, que para muchos viales suponen miles y miles de kilómetros.
El inasumible hallazgo del mosquito o las limaduras de acero encontradas en otro lote evidencian el fallo de algo mucho más básico: el simple control visual.
La EMA aprueba la vacuna de Hipra
La vacuna Bimervax del laboratorio español Hipra ya tiene luz verde para su comercialización en la Unión Europea tras la autorización de la EMA.
Se trata de un heterodímero protéico, es decir de 2 proteínas S recombinantes de las variantes Beta y Alfa del SARS-CoV-2 unidas. Lleva como adyuvante el SQBA, que contiene escualeno, polisorbato 80 y trioleato de sorbitán, y va dirigida como refuerzo para personas mayores de 16 años que hayan recibido previamente una vacuna para el COVID-19 de ARNm. Se conserva entre 2ºC y 8ºC y no requiere recosntitución.
La EMA opina que se trata de una vacuna segura, poco reactogénica y con una amplia capacidad de neutralizar las principales variantes del SARS-CoV-2, incluyendo las variantes de Ómicron.
Según HIPRA, su vacuna encaja con las necesidades actuales ante la evolución de la pandemia, pues la plataforma de proteína recombinante tiene versatilidad para actualizarse en poco tiempo a una nueva variante y permite incluir más de una, lo que hasta ahora no era factible con las de otros tipos aprobados en la Unión Europea.
Llega en un momento en que la revista Cell cuestiona ya el sentido de usar las vacunas de ARNm en quien ya ha pasado la enfermedad, así como revacunar al ya vacunado, al mostrar que antes de que la nueva proteína S generada pueda estimular de nuevo a las células del sistema inmunitario, los anticuerpos primarios ya existentes (naturales o post-vacunales) la atacan formando complejos anticuerpo-proteína S.
Es decir, si ya hay anticuerpos, éstos eliminan el efecto de la vacuna. Algo que no debería sorprender pues es así como funciona la inmunidad adaptativa: tiene memoria para no tener que volver a empezar con cada nuevo contacto.
Una masiva formación de complejos anticuerpo-proteína S conlleva además un conocido riesgo adicional: su capacidad de provocar la formación de trombos. Algo ya observado.
La paradoja del síndrome de reconstitución inmune
Al iniciarse el tratamiento antirretroviral, en ciertos pacientes diagnosticados con infección por el VIH se produce un hecho paradójico: les aparece una reacción inflamatoria como las que caracterizan al SIDA en fase terminal. A este fenómeno se le dio el nombre de síndrome de reconstitución inmune (SRI).
Recuerdo que en los años 90 la explicación que se daba era que la destrucción de los parásitos por parte del sistema inmune en recuperación liberaba sustancias reactivas. El problema es que esos parásitos teóricamente aparecían en la fase final del SIDA, y no en la fase inicial de infección por el VIH, que era en la que presuntamente se encontraban los pacientes que lo sufrían.
Hoy todavía se habla de supuestas infecciones oportunistas latentes o asintomáticas, pero ni las tesis escritas sobre el tema ni los comités técnicos han conseguido proporcionar una explicación convincente sobre la inmunopatogenia de este síndrome. De hecho, su aparición con fiebre, inflamación de los ganglios linfáticos y dolor en las articulaciones, puede provocar el abandono del tratamiento recién iniciado por el paciente diagnosticado de infección por VIH, que puede llegar a pensar que parece peor el remedio que la enfermedad.
Al entrar en desuso el AZT y la mayoría de los fármacos antirretrovirales iniciales de alta toxicidad, se esperaba que el SRI fuera pasando a la historia, pero no ha sido así. Hoy sigue presentándose en el 10-25% de todos los pacientes de cualquier edad que inician la terapia antirretroviral, y los tratamientos actuales siguen incorporando la advertencia de su posible aparición.
No sólo eso, sino que también se han notificado trastornos autoinmunitarios como la enfermedad de Graves y la hepatitis autoinmune, que pueden surgir tanto al empezar el tratamiento antirretroviral como meses después de su inicio.
El entorno inmunológico del SIDA sigue siendo en gran medida un enigma sin resolver.
Vacunas de ARN, herpes y parálisis de Bell
La fisiopatología de la parálisis de Bell sigue sin estar clara, pero parece deberse a la reactivación del virus Herpes simplex tipo 1 dentro de la vía intrapetrosa del nervio facial.
Estas reactivaciones de herpes virus tras la administración de las vacunas de ARN junto con las ya descritas para el herpes zóster podrían estar indicando que hay algo en esas inyecciones que está deteriorando la inmunidad innata frente a los herpes.
Podría ser el polietilenglicol, pero también el propio ARN. Habrá que seguir investigando.