Y sin embargo se mueven

 

La frase de Galileo encaja con lo observado con las nanopartículas lipídicas pegiladas de la tecnología de ARNm de las vacunas COVID, que en teoría deberían permanecer en el músculo deltoides, promover allí la síntesis de proteína S y generar así una estimulación antigénica local. Pero una reciente revisión revela algo diferente:


Y es que la biodistribución de las microesferas nanotecnológicas lipídicas alcanza por vía sanguínea al corazón, bazo, pulmones, hígado y riñones. Es decir, las nanopartículas, como la Tierra, se mueven, poniendo de manifiesto que una cosa es lo que se pretende, y otra la realidad.

Hay que tener en cuenta que la administración intramuscular de cualquier vacuna produce una necrosis local: un número de células musculares mueren por la agresión recibida y por la respuesta generada. De hecho se elige esta vía para no dañar otros tejidos y órganos más delicados que los músculos, y para no desencadenar una reacción global en el organismo, de consecuencias impredecibles.

En otra reciente publicación también se ha encontrado que, en los individuos vacunados, la proteína Spike sintetizada a partir del ARNm se halla distribuída ampliamente por el organismo, lejos del punto de inyección, y hasta más de 30 días después de la vacuna. La proteína Spike tampoco debía moverse, pero se mueve.

Este otro trabajo expone el dato de que uno de los órganos a donde más se distribuyen las vacunas es uno tan sensible como el corazón: 

Y esto se refleja en la página de VigiAcces de la OMS, que recoge más de 5 millones de reacciones adversas notificadas para las vacunas COVID, y que si bien cubren prácticamente todo el organismo, son especialmente graves en lo que respecta a este órgano vital:

Teniendo en cuenta que los individuos que las reciben están previamente sanos, la cuestión a discernir es si el balance beneficio/riesgo resulta favorable o no. 

En este sentido, la Asociación Liberum ha difundido una nota del Ministerio de Sanidad como respuesta a una pregunta de uno de sus asociados sobre el número de vacunados de COVID-19 en España. En la nota se relacionan los datos acumulados de fallecidos por COVID-19 según su estado de vacunación, siendo 52.200 los fallecidos no vacunados y 35.200 los vacunados. También figuran 34.200 de los que extrañamente no consta estado de vacunación.

Pero al analizar los datos, la Asociación Liberum ha encontrado que de los 52.200 fallecidos no vacunados que aparecen en la nota del Ministerio, 50.800 corresponden a los fallecidos por COVID de la primera ola y antes de que llegaran las vacunas, según otros datos anteriores del propio Ministerio. 

Por tanto, al realizar la comparación desde finales del año 2020, que es cuando se inició la vacunación, y según los propios datos del Ministerio de Sanidad, habrían fallecido en España por COVID-19 apenas 1.400 personas no vacunadas, frente a 35.000 sí vacunadas. Algo impactante. 

De confirmarse estos datos, ¿en que habría quedado al final la pretendida eficacia del 95-98% que nos vendieron los fabricantes...? 


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