El término "síndrome de liberación de citoquinas" (SLC), en inglés cytokine release syndrome (CRS), se acuñó a principios de los años 90 para describir el efecto adverso observado tras la administración del fármaco muromonab-CD3 (Orthoclone, OKT3), un anticuerpo anti-células T comercializado como tratamiento inmunosupresor para el trasplante de órganos sólidos.
Consiste en una respuesta inflamatoria sistémica causada por la liberación de citoquinas inflamatorias como las interleukinas IL-2, IL-6 y IL-10, el interferón gamma (IFNγ) o el factor de necrosis tumoral alfa (TNFα), por parte de linfocitos activados, macrófagos, células dendríticas y monocitos, y que cursa con síntomas como fiebre, hipotensión y disfunción orgánica generalizada.
El SLC se ha observado posteriormente como respuesta a infecciones víricas y tras la infusión de otros fármacos del tipo anticuerpos monoclonales como Rituximab, Cetuximab o Alemtuzumab.
Todos estos fármacos obtenidos por biotecnología comparten como excipiente el Polisorbato 80, y este excipiente es el que estaba presente en las vacunas antigripales adyuvadas de la campaña 2019-20, mientras que en las no adyuvadas se encontraba pero a nivel de trazas.
El mismo síndrome de liberación de citoquinas, pero rebautizado como "tormenta de citoquinas", es el efecto más grave con el que cursa el COVID-19.
Tenemos por tanto dos procesos patológicos graves relacionados con las citoquinas que ocurren tiempo después de la administración de cierta sustancia química. ¿Podrían estar relacionados...?
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