Diabetes y salud bucal


El mapa mundial de la diabetes tipo 1 en la población infantil muestra como zonas destacadas a Escandinavia y Arabia, seguidas de Norteamérica, Australia, Reino Unido y Centroeuropa...

Resulta llamativo cuando países como los escandinavos tienen sistemas de atención médica bien desarrollados, y su población muestra una gran confianza en la medicina, lo que por ejemplo se traduce en tasas más altas de vacunación en comparación con otras partes del mundo.

Si bien la enfermedad ya se conocía en la antigüedad egipcia, no fue hasta 1869 que el científico alemán Paul Langerhans descubrió las células beta del páncreas que producen la insulina, que sería finalmente descubierta por los canadienses Frederick Banting y Charles Best en 1921. Conocida anteriormente como diabetes juvenil, hoy sabenos que la diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmunológico ataca y destruye las células beta. 

En los últimos tiempos, y como sucede con el resto de autoinmunes, se está produciendo un aumento en la incidencia de la diabetes tipo 1 en niños y adolescentes. Igual que vimos para la esclerosis múltiple, la diabetes tipo 1 tampoco es una enfermedad de nacimiento, sino que se adquiere generalmente en la infancia o adolescencia. Lo cual indica que debe haber un factor desencadenante en esas etapas de la vida. 

Dentro de las investigaciones sobre su posible causa, un artículo revela varias evidencias de que el tratamiento de la enfermedad periodontal puede reducir la hemoglobina glucosilada en pacientes diabéticos, así como que la periodontitis es significativamente más frecuente entre individuos que padecen diabetes que entre los no diabéticos. La salud bucal parece por tanto proteger de la diabetes.

El mecanismo específico que conectaría la diabetes y la enfermedad periodontal está por dilucidar, puesto que en condiciones normales los microbios bucales no llegan a las células beta. Podría haber agentes externos que lo propiciaran, y son los que habría que identificar.

Volviendo al mapa, si los microbios están relacionados, algo debe haber en esos países ricos que promueve la reacción autoinmune contra ellos en un grado superior a lo que se da en otros más pobres. Si a mediados del siglo XX la mejora de las condiciones higiénico-sanitarias se tradujo en una mejor salud en el primer mundo, en los últimos 40 años estamos asistiendo a un constante incremento en la incidencia de enfermedades raras y autoinmunes, que podría estar poniendo de manifiesto que las muchas medidas artificiales que buscan la protección de la salud en las poblaciones ricas pudieran resultar hasta contraproducentes.

En definitiva, la creciente incidencia de la diabetes tipo 1 en la infancia, especialmente en países desarrollados, plantea interrogantes que van más allá de la genética y apuntan hacia factores ambientales, inmunológicos y microbiológicos aún no del todo comprendidos. La posible implicación del microbioma, la exposición a agentes externos en etapas clave del desarrollo y el impacto de los estilos de vida modernos abren nuevas líneas de investigación fundamentales para entender esta enfermedad.

Todo ello está en plena consonancia con los estudios actuales que exploran el papel del microbioma y del entorno en la regulación del sistema inmunológico, subrayando la complejidad de los equilibrios biológicos que sustentan nuestra salud.


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