La intolerancia hereditaria a la fructosa (IHF) es un déficit hereditario de la enzima aldolasa B. Su prevalencia se estima en un caso por cada 20.000 personas.
La fructosa es el azúcar de la fruta, forma parte de la sacarosa (azúcar común), y se usa como aditivo en cantidad de alimentos procesados, al igual que el sorbitol, con el que está muy relacionada metabólicamente.
En nota de junio de 2002, la Agencia Española del Medicamento anuló los registros de las soluciones inyectables de fructosa o sorbitol debido a la relación beneficio-riesgo desfavorable, ya que su administración a un paciente con IHF podría desencadenar una afectación multiorgánica grave.
Hay que tener en cuenta que los pacientes con IHF desarrollan un mecanismo de defensa natural a través del rechazo o vómito de los productos que contengan fructosa. Este mecanismo de defensa resulta ineficaz cuando la fructosa se administra por vía inyectable. Por otra parte, los niños constituyen el grupo de población de mayor riesgo, porque es más probable que su intolerancia no haya sido diagnosticada.
Hoy en día, y en lo que parece una incoherencia administrativa, algunos medicamentos inyectables siguen conteniendo sorbitol, y uno de ellos es la vacuna triple vírica, cuya primera dosis en el calendario vacunal se administra a los 12 meses.
La vacuna triple vírica ha estado rodeada de polémica. Robert de Niro, padre de un niño que desarrolló autismo tras la vacunación, ha pedido públicamente pruebas de la seguridad de las vacunas.
La OMS dice que "los datos epidemiológicos disponibles demuestran de forma concluyente que no hay pruebas de una relación causal entre los TEA (trastornos del espectro autista) y la vacuna contra el sarampión, la parotiditis y la rubéola (triple vírica).
Un estudio hecho en Japón apoya la "no relación". Además, la vacuna del sarampión parece reducir las muertes por otras causas. Sin embargo, hubo publicaciones que sí relacionaron tanto a la vacuna triple vírica como a aquellas con mercurio con el autismo. Un autismo que aumenta progresivamente en los países desarrollados desde que fuera descrito por Leo Kanner en Estados Unidos en 1943.
Hay interesantes estudios que buscan una conexión entre este aumento y la popularización en este tiempo de prácticas como la lactancia artificial, las cesáreas, la anestesia epidural o el uso de oxitocina sintética intraparto. De momento sin resultados.
Al margen de polémicas, lo que es evidente es que la entrada en el cuerpo de un bebé de fructosa o sorbitol a través de una inyección es algo nada fisiológico, y por tanto susceptible de generar una reacción. Y uno de los efectos adversos sí descritos para la vacuna triple vírica es la rara meningitis aséptica, también documentada para algunas inmunoglobulinas intravenosas que también incluyen sorbitol como excipiente. Y la meningitis es considerada como un posible desencadenante del autismo. Podría ser un indicio para ir atando cabos.
Ya Hans Asperger señaló en 1961 una posible relación entre el autismo y la enfermedad celíaca. Desde entonces se han hecho muchos estudios centrados en el metabolismo de las proteínas, complicados y no concluyentes. Pero no hay que rendirse sino seguir buscando. Los niños merecen que lo sigamos intentando...
¿Y si en el trasfondo del autismo subyace un problema metabólico no diagnosticado pero relacionado más bien con la fructosa y el sorbitol? Ya hay de hecho estudios que encuentran conexión entre el metabolismo cerebral de la fructosa y el
Alzheimer.
En esa línea, ¿podría la inyección del sorbitol de la vacuna eliminar el reflejo innato de rechazo hacia el sorbitol y la fructosa en los bebés con IHF, encubriendo así posteriormente su desorden metabólico?
Una posible forma de estudiarlo sería la supresión temporal del consumo de frutas, dulces y otros alimentos procesados que los contienen, y ver cómo evolucionan los niños. Algo muy simple.
Vaya. Yo creía que la fruta era el alimento más natural de todos...
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