Si en un reciente trabajo se correlacionaban las vacunas COVID con la aparición de linfomas, acaba de publicarse un trabajo de revisión sobre el posible papel de la distribución por el organismo de las sustancias inoculadas con las vacunas como desencadenante de reacciones inflamatorias autoinmunes.
En él participan reputados críticos con la estrategia anti-COVID oficial, como los doctores Kyriakopoulos, Fukushima, Seneff y McCullough, que aportan bibliografía en apoyo de su postura. Éste es su resumen:
"Una sólida evidencia inmunohistopatológica demuestra que las vacunas genéticas COVID-19 pueden mostrar una amplia distribución dentro del cuerpo, afectando tejidos terminalmente diferenciados y alejados del lugar de la inyección. Estos incluyen el corazón y el cerebro, que pueden sufrir in situ producción de proteína de pico que provoca una fuerte respuesta inflamatoria autoinmunológica.
Debido al hecho de que cada célula humana que sintetiza antígenos no propios se convierte inevitablemente en el objetivo del sistema inmune, y dado que el cuerpo humano no es un sistema estrictamente compartimentado, se necesitan estudios farmacocinéticos y farmacodinámicos precisos para determinar con precisión qué tejidos pueden resultar dañados.
Por lo tanto, nuestro artículo pretende llamar la atención de las comunidades científica y reguladora sobre la necesidad crítica de realizar estudios de biodistribución de las vacunas genéticas contra el COVID-19, así como de evaluaciones racionales de daños y beneficios por grupo de edad".
El artículo es de libre acceso en versión completa, y puede traducirse on line desde el navegador:
https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/08916934.2023.2259123
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