Así, la forma activa de la vitamina D, el calcitriol, interactúa con la mayoría de nuestras células, incluídas las responsables de la respuesta inmune tanto innata como adaptativa, como las células dendríticas, los macrófagos y los linfocitos T, B y células NK, ejerciendo funciones inmunomoduladoras.
Lo bueno es que otra forma de vitamina D, el colecalciferol, la podemos fabricar en nuestra piel a partir del dehidroxicolesterol, un derivado del colesterol, con la acción de los rayos solares:
Y a partir del colcalciferol nuestro hígado y al final nuestro riñón son capaces de fabricar el calcitriol necesario. El calcitriol existe como medicamento, pero dado que todas nuestras células tienen colesterol y el sol es gratis, no tiene mucho sentido el tomarse la cápsula, salvo para los que tengan problemas renales.
Lo que es contraproducente es encerrarse en casa y dejar de tomar el sol, porque el déficit de vitamina D se dejará sentir tanto en nuestros huesos como en nuestro sistema inmune.
Por tanto, el beneficio real observado con la vitamina D en el COVID-19 podría ser simplemente el de contrarrestar en parte el hecho perjudicial de la falta de contacto con la luz solar motivado por los confinamientos, algo que afecta especialmente a las personas mayores de las residencias.
La sabiduría popular, el mejor médico, nos lo dice: hay que salir a la calle, tomar el sol y que nos de el aire.
Sabia decisión!
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