Ya hay varios trabajos centrándose en los anticuerpos como clave tanto del COVID como de los efectos adversos de las vacunas COVID: anticuerpos antiidiotipo, anticuerpos antifosfolípidos.
Nuestra investigación arrancó en mayo de 2020, y desde el principio apuntó a los anticuerpos como explicación del COVID: en concreto a unos anticuerpos que algún componente de la vacuna antigripal adyuvada generaba y que luego causaban una interferencia inmunológica con la llegada de los coronavirus.
Nuestro estudio se ha centrado en los excipientes polietoxilados inyectados, como los polisorbatos y polietilenglicoles, y nos ha llevado a la conclusión de que los anticuerpos anti-PEG que éstos generan son responsables de una interferencia inmunológica con los coronavirus y otros virus que contienen en su superficie glicoproteínas con polisacáridos de manosa.
Nuestra teoría se basa en que esos polisacáridos de manosa víricos, al ser azúcares y no péptidos, no pueden ser presentados por las células del sistema inmune presentadoras de antígenos, y por ello nuestro organismo no genera frente a esa parte de los virus anticuerpos neutralizantes.
Por contra, los anticuerpos anti-PEG, cuya existencia se conoce desde hace años, sí que se pueden unir a los polisacáridos de manosa víricos de una manera poco específica y no neutralizante, generando la interferencia que puede posibilitar a los virus penetrar en las células por un mecanismo Caballo de Troya.
Es decir, los anticuerpos anti-PEG suponen una brecha de seguridad que es aprovechada por los virus.
Nuestros trabajos pueden leerse en la plataforma de libre acceso zenodo.
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