En la medicina moderna, los síntomas suelen tratarse como enemigos. Fiebre, dolor, tos o inflamación se eliminan rápidamente con medicamentos, como si fueran errores a corregir cuanto antes. Pero ¿y si estos síntomas no fueran fallos, sino mensajes valiosos? ¿Y si suprimirlos sin entender su origen estuviera obstaculizando, en lugar de apoyar, los procesos naturales de sanación?
Los síntomas son simplemente respuestas fisiológicas. Aparecen cuando algo en nuestro entorno,interno o externo, está desequilibrando nuestro organismo:
- La fiebre no es un enemigo: es una estrategia que dificulta la supervivencia de bacterias, acelera procesos metabólicos y activa defensas naturales.
- El dolor señala que algo necesita atención, y nos invita a mirar hacia dentro.
- La diarrea elimina toxinas.
- La tos despeja nuestras vías respiratorias...
Estas reacciones forman parte del intento del cuerpo por restaurar el equilibrio, lo que en fisiología se llama homeostasis.
La medicina basada en síntomas ha llevado a una cultura de supresión: tratar lo que se ve o se siente, sin mirar más allá. Este enfoque puede derivar en iatrogenia: bajar la fiebre sin preguntar por qué está ahí, tomar analgésicos de forma crónica sin explorar la causa del dolor, medicar el insomnio sin revisar el estilo de vida… Todo esto puede aliviarnos momentáneamente, pero a costa de perpetuar o incluso agravar el desequilibrio original.
En enfermedades crónicas, los síntomas no son solo reacciones puntuales, sino expresiones de un cuerpo que intenta adaptarse a un entorno dañino:
- Alimentación desequilibrada
- Falta de contacto con la naturaleza, sedentarismo
- Exposición constante a toxinas
- Estrés crónico
- Carga emocional no procesada...
La fatiga, el insomnio, los trastornos digestivos o el dolor persistente no son errores del cuerpo, sino sus formas de decir que algo no está funcionando.
En Medicina Sustractiva proponemos otra mirada: menos centrada en añadir fármacos o intervenciones, y más enfocada en quitar aquello que interfiere con la autorregulación del cuerpo. Eso implica:
- Observar los síntomas sin miedo.
- Preguntarnos qué intentan comunicarnos.
- Revisar los hábitos, el entorno, las emociones.
- Actuar desde la causa, no sólo desde la manifestación.
Escuchar lo que nos dicen los síntomas nos abre la puerta a una medicina más humana, más preventiva, y sobre todo, más respetuosa con nuestra biología.