El cuerpo humano presenta una serie de barreras físicas que le protegen de los agentes extraños: la piel, las mucosas, la saliva, los pelos de la nariz, el sudor.
Dispone también de una barrera biológica: la propia flora bacteriana, la microbiota intestinal, cuya gran importancia es a menudo minusvalorada.
Como última defensa, el organismo dispone del sistema inmunitario, formado por el complejo entramado de los glóbulos blancos, que entran en acción cuando el agente extraño ha conseguido superar las barreras anteriores.
¿Qué ocurre cuando se nos inyecta una sustancia? Pues que se traspasan todas las barreras primarias y, ya en nuestro interior, todo queda en manos del sistema inmunitario.
En las campañas de vacunación masiva, como por ejemplo las del calendario de vacunación infantil o las de la gripe, o la próxima que se nos está anunciando del coronavirus, el Juramento Hipocrático obligaría a que las garantías de seguridad de la vacuna a administrar fueran las máximas posibles.
Confiemos pues en que las distintas Administraciones Sanitarias respetarán la memoria de Hipócrates y no tomarán decisiones precipitadas.
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